La utilización de psicofármacos en el embarazo es algunas veces necesaria.
Existen fármacos que pueden ser seguros durante la gestación.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, en Mayo del 2019 las malformaciones del feto representaban 1 de cada 33 lactantes.
En España, entre el 2-4 % de recién nacidos vivos presentan malformaciones significativas y hasta el 12 % pueden tenerlas en un grado menor.
Los porcentajes de malformaciones en recién nacidos de mujeres en tratamiento con antidepresivos, antipsicóticos o ansiolíticos tienen valores que no se diferencian significativamente de los de la población general.
Esto quiere decir que, a pesar de existir un riesgo, hay que evaluar el beneficio-riesgo y si es necesario, tratar a la mujer con medicamentos psicofármacos de mayor seguridad.
Más del 65 % de las embarazadas toman medicamentos (no psiquiátricos) prescritos durante el embarazo.
La mayoría de las mujeres conocen su estado de embarazo entre la quinta y la octava semana, por lo que pueden haber tenido durante el tiempo previo y sin saberlo, conductas y consumos de riesgo para el feto.
Durante este tiempo muchas pacientes continúan también con sus medicamentos antidepresivos sin aumentar el riesgo de malformaciones.
El riesgo de malformaciones a causa de los medicamentos psiquiátricos ha sido, históricamente, exagerado y hay evaluar claramente el trastorno de la madre y su sufrimiento ya que esa patología si no se trata, puede influir negativamente en la evolución de la gestación.
Las últimas investigaciones científicas aportan datos de gran relevancia acerca de la utilización de benzodiacepinas (ansiolíticos) en la mujer embarazada.
El diazepam (valium) es el ansiolítico más prescrito en todo el mundo para tratar embarazadas con trastornos de ansiedad. En los últimos años, sin embargo, hay datos que apuntan a una menor concentración en placenta de otros dos ansiolíticos: lorazepam (orfidal, idalprem) y clonazepam (rivotril).
La American Academic of Pediatrics considera que, para tratamientos agudos de ansiedad (limitados en el tiempo) son preferibles el lorazepam y el alprazolam (trankimazin), mientras que para tratamientos prolongados propone el lorazepam, ya que con el alprazolam hay más riesgo de dependencia.
Los tranquilizantes benzodiacepínicos que no deberían de indicarse en ningún caso: el triazolam y el flurazepam.
Siempre que sea posible, es conveniente evitar los ansiolíticos entre la tercera y la octava semana de embarazo, así como disminuir lentamente la dosis antes del parto.
La depresión en el embarazo está asociada con mayor riesgo de parto prematuro, menor peso al nacer, baja puntuación en el test de Apgar, necesidad de cuidados intensivos neonatales, hipertensión gestacional y partos por cesárea, depresión postparto, desnutrición, tabaquismo e ingesta de alcohol y de medicamentos. Con lo que en algunos casos y por el propio beneficio del feto, es necesario aplicar tratamiento farmacológico.
Los antidepresivos ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) son los más utilizados en todo el mundo, y a ellos dedican los autores la mayor atención.
En el 2005 un estudio publicó que hasta el 2% de recién nacidos de madres tratadas durante el embarazo con paroxetina (seroxat, frosinor) habrían tenido malformaciones cardiovasculares, por lo que la FDA americana y otros estamentos sanitarios desaconsejaron su uso en el embarazo. Sin embargo, estudios posteriores descartaron ese porcentaje de malformaciones, por lo que, en 2008, el American Journal of Psychiatry concluyó que la paroxetina no se asocia a un riesgo mayor de cardiopatías en el recién nacido. Es recomendable por el momento evitar el uso de paroxetina en embarazadas.
El resto de ISRS no se asocian a malformaciones, aunque se aconseja no utilizarlos durante el primer trimestre.
Las otras familias de antidepresivos, como los tricíclicos (anafranil, tryptizol, tofranil) y los duales como venlafaxina (dobupal, vandral) y mirtazapina (rexer) tampoco han demostrado riesgos de malformaciones. Como los ISRS, es aconsejable evitar su uso, si es posible, durante el primer trimestre.
Los investigadores publicaron que parece que sí hay una mayor incidencia de abortos espontáneos en embarazadas tratadas con antidepresivos, pero dicha incidencia es similar a la que presentan las embarazadas deprimidas que no toman tratamiento.
Si hubiera que pautar de una manera fija el tratamiento con ISRS a partir del Segundo trimestre, hay que comenzar su reducción antes del parto para llegar a la menor dosis eficaz posible y evitar así síntomas de retirada del medicamento en el recién nacido, fundamentalmente irritabilidad, dificultad del sueño y temblores. Estos síntomas van desapareciendo generalmente al cabo de unos días.
La presencia de depresión en la madre durante el embarazo y tras el parto, afecta al desarrollo del lenguaje, la conducta y el nivel intelectual del niño. Teniendo estos datos en cuenta, no quiere decir que los pacientes deben tomar medicamentos psquiátricos durante el embarazo, pero sí que el especialista evalúe de manera correcta qué necesidad y beneficio riesgo existe.