El 10% de las personas mayores de 60 años presentan cuadros de depresión que requieren intervención psiquiátrica.

Si no se diagnostica o no se trata la depresión en los ancianos, se puede llegar a un diagnóstico equivocado de demencia senil.

La depresión en la tercera edad es un problema de salud mental difícilmente reconocido por el paciente o los familiares. Normalmente los pacientes mayores de 70 años que presentan patología afectiva no se aprecian síntomas claros de tristeza, de ahí la dificultad que existe en el diagnóstico hasta que son derivados al especialista de salud mental.

El inicio clínico de la depresión en el anciano puede cursar con una leve alteración del estado de ánimo. Incluso puede aparecer ésta enmascarada con otros síntomas principales, tales como la pérdida de apetito, alteraciones de la memoria, insomnio, síntomas somáticos (dolores, vértigos) ansiedad o irascibilidad. También puede simular un cuadro de demencia senil, hablándose entonces de pseudodemencia depresiva.

La llamada pseudodemencia depresiva pertenece a los deterioros cognitivos «curables» porque, en realidad, no se trata de una verdadera demencia. En estos casos no existe una atrofia o pérdida de masa del cerebro, sino una hipofunción recuperable de la actividad cerebral.

Las personas que padecen este cuadro “pseudodemencia” abandonan sus quehaceres habituales, tienden a permanecer inmóviles, sólo desean estar acostados, no hablan, pierden el  interés de su entorno. Este cuadro comparte con la demencia el hallazgo de síntomas cognoscitivos tales como la desorientación espacio-temporal y más comúnmente la hipoprosexia o disminución de la atención, esta última entendida como una disminución del campo de la conciencia. Estos síntomas de deterioro cognitivo son semejantes al comienzo de la enfermedad de Alzheimer corriendo entonces los riesgos inherentes a todo mal diagnóstico.

El examen clínico preciso, como test neuropsicológicos, pruebas de neuroimagen (TAC, Resonancia Magnética)  y la respuesta a los antidepresivos ponen en evidencia la verdadera naturaleza de la afección.

Cuando una persona mayor se deprime, a veces su depresión se considera erróneamente un aspecto natural y lógico de esa etapa de la vida, gran error. La depresión, si no se diagnostica ni se trata, provoca un sufrimiento innecesario para el anciano y para su familia. Algunos de los cambios en la vida pueden incrementar el riesgo de depresión o llevar a que la depresión ya existente empeore. Algunos de estos cambios son:

  • Adaptarse a la mudanza del hogar a un apartamento o a un centro de la tercera edad
  • Dolor crónico
  • Sentimientos de aislamiento o soledad a medida que los niños se van y su cónyuge y amigos cercanos mueren
  • Pérdida de la independencia (problemas para movilizarse, cuidar de sí mismo o conducir
  • Enfermedades múltiples
  • Luchas con la pérdida de memoria y problemas para pensar con claridad¡

Algunas personas pueden llegar a abusar del consumo del alcohol sin haber presentado este problema a lo largo de su vida. Los pacientes comienzan con un consumo de riesgo de alcohol con el objetivo inconsciente de automedicarse la depresión, dando lugar a un empeoramiento de los síntomas.

Síntomas de depresión en la tercera edad

La sintomatología clave para la detección de la depresión en la tercera edad puede abarcar:

  • Estar más confundido u olvidadizo, problemas de memoria.
  • Disminución del apetito.
  • Descuidar tareas y actividades básicas de la vida diaria  como no bañarse o afeitarse con la frecuencia de antes. Los visitantes pueden notar olores de orina o materia fecal. La ropa puede estar sucia y arrugada.
  • No arreglar la casa
  • Suspender los medicamentos o no tomarlos de la manera correcta
  • Aislarse de los demás. No hablar mucho y no responder el teléfono ni devolver las llamadas telefónicas

Los padecimientos físicos que incrementan el riesgo de depresión abarcan: trastornos tiroideos,  enfermedad de Parkinson, cardiopatía, cáncer y accidente cerebrovascular.

Los síntomas de depresión pueden ocurrir como parte de la demencia, como en la enfermedad de Alzheimer.

Los síntomas de depresión también son un efecto secundario de muchos fármacos comúnmente recetados.

La mayor parte de las personas mayores presentan  problemas de índole orgánica, trastornos de la memoria, problemas de concentración y falta de impulso vital, distrayendo la atención del médico sobre la depresión y dirigiéndola hacia síndromes cerebrales orgánicos y afecciones somáticas. Aún cuando se sospeche la presencia de una depresión se requieren estudios de laboratorio adecuados y un examen físico minuciosos porque, especialmente en estos pacientes, la depresión puede ser una manifestación de otras entidades de origen orgánico.